viernes, 23 de mayo de 2008

ñañañañaña

La incertidumbre es un vaivén non stop, es pedir permiso para salir al otro lado de sol, esperando 5 horas para la respuesta sabiendo el NO rotundo de ésta, pero esperas el llamado solo para estar segura; es como una relación, ninguno dice te quiero antes que la gallina cruce la calle primero que tu, aunque sepas que te quieren, la incertidumbre es tan grande que lanzarte puede ser (aunque sabes que no es asi) la peor decepción de la semana.
La incertidumbre y la inseguridad son homogéneas, con ellas viene el miedo y con éste el fracaso; una total mezcla de contradicciones que sin querer, coinciden.

Quieres al tuyo en cuestión, te quieren pero temes comunicarlo, porque no te da miedo que no te quiera, sino que te quieran y depender de alguien que seguirá tus pasos diariamente solo para saber si pensaste un segundo en no pensar en él. Es que espanta depender de alguien y comenzar a extrañar, porque ya estas viviendo los primeros síntomas del yo sin tu amor no sé vivir. Miedo al fracaso, a que te cambien por otra, o peor aun, por NADIE. Pero es la ley de la vida, la selección natural y lo sabes.
Entonces estás en tu mente con ‘él’, y piensas en un ‘él’ y en las veces en que molestabas a tus compañeras cuando las llamaban al celular y les preguntabas si acaso era ‘él’ y mientras recuerdas eso tienes un miedo rico por escuchar tu móvil y en la pantalla, su nombre.
A ratos sospechas que se aburrieron de ti y que te quieren dejar, y te sientes incapaz de armar un show de esos buenos, porque no te dan los cojones ni la personalidad que utilizaste para meterte en tu caparazón cuando hace un segundo te dijeron te quiero. Y con las manos en el sillón buscando el control remoto para 1. poner pausa y pensar, 2. poner stop, irte a la pantalla azul y adelantar hasta la parte en que no te de verguenza ver tu cara de animalito respondiendo yo también.
Y temes, temes harto, pero te sube la bilirrubina y te sonrojas, y te gusta. Esa sensación del sí pero no eterno, en donde todo puede pasar. Te gusta sufrir un poco y jugar al medio del balancín donde equidista la soltería del compromiso. Sentirte bien por un par de horas puede valer tanto y más como ese desgraciado viernes victoriosamente superado; y es que aunque suene cliché, estás notando que te ves tan bien últimamente que salir a la calle sin lavarte la cara no dejará con sueño a quien te mire, porque sabes que tus dias están cambiando, y no solo tus días; es tu nueva forma de irte contra el mundo; andar por ahi cantanto todas las canciones que se te cruzan tiene un único culpable.

Lo principal es que solamente pasó, igual que la combustión espontánea: no hay explicación alguna. A veces las situaciones incómodas vienen mejor que los momentos gratos, y escoges “complicarte” un poco, porque así salpicas tus semanas con algún “problema” que resolver; y entre sonrisa esbozada tras otra, concuerdas con que la analogía imperfecta es la misma del chiste de la primera vez; que tu nuevo amigo es como un dolor de muela que no quieres que te saquen.

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